El cuento al revés de anA
Agustín Pedrote Aznar
Agustín Pedrote Aznar
Cerrar los ojos no siempre es el fin, sobre todo si analizas lo que pasó antes. Yo en lo personal prefiero ver la vida para atrás y llegar siempre a los brazos de mi madre cuando era niña. Así transcurren mis días. Cuando antes de dormir me preparo para hacerlo; la franela siempre fue mi preferida, sentir su caricia en mi cara mientras veo las noticias acostada en la cama, aunque no siempre fuera así. Antes, las caricias llegaron de mis hijos, y antes las de mi esposo, los niños… Sí…para mí los niños: siempre recibo una llamada de ellos por la noche; de él recibí tantos años caricias que un día se desgastó. Por eso me acaricio la cara con la franela de mi brazo, porque cuando las noticias empiezan, ejercito mi memoria pensando en que me comentaría y algunas veces casi puedo escuchar su voz.
Nada mejor para dormir que el café con pan. Me gusta sobre todo la miga, pero es tan difícil… Sólo está dentro de los bolillos, además de que el café debe tener poca azúcar y casi sin crema. Mientras lo preparo, el olor llena siempre la casa, pero hoy en especial tenia un olor increíble; me dijeron que era de… En realidad no sé de dónde. La vendedora me dijo todo el historial de los granos, pero no puse atención. Lo importante fue su aroma.
Pocas veces me detengo en los locales que están afuera del centro comercial, pero cómo no detenerme con ese olor… Hhhmmm…café recién tostado y molido. “Deme de ése y no me comente más; estará muy bueno en la cena con los bolillos que compré”, dije a la vendedora, quien pensaría que mi menú cambiaría a lo que más me gusta. Al entrar al centro comercial, yo quería pasear un poco y comprar algo de fruta. A mi edad siempre es bueno caminar y curiosear un poquito, tal vez hasta darse un capricho. Aunque después de comer en la calle el paseo, más que una recomendación es una necesidad, sobre todo con lo pesado que me cae el postre, pero las crepas son mi punto débil y cómo rehusar el postre, sobre todo cuando pedimos uno para las tres.
Me gusta mucho el restaurantito éste, pequeño y con gente amable atendiendo, además de que no sirven demasiado y, lo más importante, la compañía, la familia y el pan siempre se llevan bien, pero si a eso le sumas a los amigos, eso es una bendición; al fin que los amigos son los hermanos que Dios te da a lo largo de la vida, y éstos ya tenían media vida conmigo. “El pollo a la plancha —dije al mesero—, quizás con unas verduras salteadas”, mientras Daniela no sabía qué pedir, y eso nos retrasó un poco la comida, lo suficiente para dar una extensa plática sobre el tiempo en que no nos habíamos visto.
Al entrar al restaurante y verlos me llené de recuerdos. Mi mente siempre está trabajando en el pasado. Aún recuerdo las bodas de cada quién, lo fuerte y guapo que era Leonel, y pensar que el azúcar se lo comería; qué delgado y pequeño se ve, pero siempre sonriente; sigue haciendo una hermosa pareja con Daniela, y qué alegría me da ver que aún comen tan juntos.
Parece mentira pero todo el camino me la pasé pensando en lo que hablaríamos en la mesa. Ya me imaginaba las conversaciones; casi puedo asegurar que Mónica sacará las fotos de los nietos y nos dirá lo inteligentes que son… Qué ingenua, como si o supieran todos que los míos van mejor en la escuela.
Casi puedo sentir el beso de Leonel en la mano mientras nos saluda como caballero inglés y nos hace una reverencia. Laura de seguro llegará tarde, y cuando todos estén en la mesa, compartiremos los años, los amores y dolores, las alegrías y a los ausentes, y los recuerdos que siempre nos siguen y se sientan a nuestro lado.
Nada mejor que arreglarse el pelo y un toque de pintura para darle salida a las buenas intenciones de disfrutar un día, sobre todo si esto viene acompañado de un baño largo y cálido, siempre con un toque de burbujas, frágiles, coloridas, hermosamente delineadas, con ese pequeño e incesante crujir al romperse y formarse otras nuevas. Ése es el lugar ideal para empezar el día, en el agua, donde la flotabilidad te da un nuevo rumbo al relajamiento.
Así terminó mi día, haciendo un recuento al revés, para poder disfrutar de todo lo que hice y dejé de hacer, pensando que al cerrar los ojos para dormir puedo estar satisfecha de que durante el día que Dios me prestó, algo bueno hubo.
Eso, siempre me ha permitido cerrar los ojos sabiendo que si no los abro de nuevo todo lo que hice valió la pena. Después de todo, si Dios me llama a cuentas siempre es mejor saber qué decirle. Así es mi doble vida: de día de ida y de noche de regreso. Posiblemente por eso, en ocasiones y sin que nadie lo sepa, escribo mi nombre al revés
anA
fin
Este cuento es parte del libro de cuentos cortos que estoy terminando de revisar para pasar a formado, quise adelantar un poco de lo escrito para conocer tu opinion... si dedicaste 10 minutos a la lectura, regalame un minuto mas y dejame un comentario que agradecere mucho o haz un retwitt para que mas gente lo lea
Agustin Pedrote